Sábado 29 de enero de 2011
El 24 de noviembre de 1980 la Gobernación del Estado, mediante el decreto No. 132, ordena la creación del Museo, pero sólo hasta 1983, en la administración de la Lic. Luz Vivas Terán, directora de Cultura en esa época, fue posible hacer realidad la primera exposición permanente en una casa alquilada en Barrio Obrero por la Dirección de Cultura, es por eso que su aniversario se celebra en esta fecha, así que actualmente ya va para sus 28 años.
Desde 1976, que emprendimos la investigación arqueológica en el estado Táchira, hasta julio del 2010, en que fui jubilada, todas mis acciones estuvieron en función de lograr la consolidación del Museo, como institución recreativa y generadora de conocimientos dentro del seno de la comunidad tachirense, objetivos que creemos haber logrado y que pueden observarse en las estadísticas.
Cuando expreso que el Museo del Táchira es un tesoro inapreciable, propiedad de toda la comunidad, me refiero al patrimonio arqueológico que alberga, compuesto por todas las piezas cerámicas, líticas, óseas, provenientes de las excavaciones y cuyo valor es incalculable, porque son objetos originales, representativos de las culturas autóctonas que habitaron este territorio desde siete mil años antes del presente y probablemente más, lo cual será comprobado en un futuro no muy lejano.
Todo esto debemos relacionarlo, ya que el Museo siempre ha estado adscrito a la Dirección de Cultura del Estado y, por tanto, sujeto a los avatares políticos que se han sucedido uno tras otro, en el traspaso de la Gobernación y representados en todo caso por cada director de Cultura; afortunadamente, muchos de los que han pasado por allí han comprendido el significado del Museo, como fuente de saber y concientización de la importancia de proteger el legado cultural dejado por nuestros antepasados y su proyección en la cultura actual, por lo cual respetaron siempre los lineamientos que rigen en general a una institución de esta clase.
Pero, lamentablemente, esto no parece ser el caso presente, ya que en vez de ocuparse de arreglar una serie de fallas estructurales que presenta la hacienda Paramillo, sede permanente del Museo del Táchira -por cierto representativa de los primeros albores de la ciudad que va a cumplir los 450 años en marzo próximo-, se han dedicado a mover los funcionarios de un lado para otro, quitándole el poquito personal que tiene el Museo, además de desmembrar los equipos formados en determinadas áreas y retirando de la nómina a la única persona que sabe algo sobre Antropología, basándose en diatribas personales, no como debe ser, en el bienestar de una institución que tiene como meta enseñar los orígenes, la historia y el presente, a través de las manifestaciones de la cultura tradicional actual, de clara raigambre indígena, presentando un panorama general de la cultura regional, así como la reafirmación del sentimiento nacional de identidad de las generaciones presentes y futuras, por encima de mezquindades políticas, especialmente por ser el Táchira una zona fronteriza.
Consideraciones que, como fundadora y forjadora de la institución, siento que estoy obligada a hacer, como un alerta a la comunidad, antes que por la ignorancia sobre el significado, el valor e importancia que tiene el Museo, como un tesoro inapreciable, lleven con sus acciones a la bancarrota un esfuerzo de tantos años y el legado cultural que es propiedad de todos los venezolanos y en especial de todos los tachirenses.
Antropóloga Reyna Durán
reinamduran@yahoo.es
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