En el barrio de Bellavista había una plazuela en cuyo centro existía la pila de agua del mismo nombre. Era el agua más cristalina y más agradable de San Cristóbal y allí acudíamos a recoger el precioso líquido cuando escaseaba en la pila de Nueva York o en la de Los Patos. En el año 1926, siendo Presidente del Concejo Municipal el eminente hombre público doctor Amenodoro Rangel Lamus, convirtió aquella plazoletica en el Primer Parque Infantil de Venezuela, dotado de trapecios, carrusel, toboganes y todos aquellos modernos aparatos de recreo que son la delicia de los niños y el regocijo de los padres. En la esquina había un enorme y hermosa samán conocido como el Samán de Bellavista y a la cuadra y media estaba la escuela del gran educador don Rafael Álvarez, maestro invalorable y solícito padre de familia.
El parque lleva el nombre de don Ramón Buenahora, el negro ilustre y abnegada, cuya vida entera la dedicó a la difusión de la instrucción obligatoria y fue un autentico apóstol de la enseñanza. Don Ramón no era maestro ni profesor, sino simplemente Superintendente de Instrucción; pero amaba entrañablemente a la niñez y su eterna y noble aspiración era de lograr que todos los niños, sin excepción, asistieran a la escuela. Aún recordamos las fiestas del Árbol organizadas por don Ramón Buenahora, en las que el mismo llevaba a los niños a sembrar los arbustos, les hacia lavar las manitas y después ponía en ellas una buena caja de finos dulces. A todos los escolares les entregaba personalmente una caja de dulces extranjeros.
La Municipalidad levantó una suscripción entre las escuelas de San Cristóbal para adquirir un busto de don Ramón. Y allí está la magra figura del apóstol, contemplando a los niños; hijos de su corazón y eterna esperanza de la patria.
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