Cuando don Ricardo Semidey corona la bella obra de la Capilla de San Antonio, noble aspiración que siempre admiramos en aquel generoso y estimable caballero, el Gobierno del Estado construyó una plazoletica de unos 300 metros cuadrados para tapar un barranco que afeaba las escalinatas que dan acceso a dicha capilla y al Colegio de María Auxiliadora. No recordamos si fue el doctor Ulises Picón Rivas u otra persona, la que pidió se bautizara aquella plazoletica con el nombre del Soldado Desconocido. Efectivamente, se Ie dio el nombre pero a nadie se Ie pegó. De modo que más tarde José Manuel Salas pidió o pensó pedir se rebautizara con el nombre de Monseñor Sanmiguel la susodicha placita, en honor del eminente obispo de San Cristóbal; cuyo pontificado fue de invalorables beneficios para la Diócesis, pero no se llevó a cabo el rebautizo solicitado. Lo cierto es que nadie o casi nadie sabe qué nombre darle a la original placita del Soldado Desconocido que sirve de mirador a las gentes que habitualmente concurren a la clara y linda Capilla de San Antonio, titular del Asilo de Huerfanos, regentado por las bondadosas y suaves hermanitas de Santa Rosa de Lima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario