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martes, 22 de febrero de 2011

EL BARRIO DE GRAMALOTE

La mayoría de los sancristobalenses de las dos últimas generaciones, no conocieron lo que antes se llamaba en San Cristóbal el barrio de "Gramalote", pues esta denominación desapareció  paulatinamente con el crecimiento y modernización de nuestra querida ciudad. 
Dicho barrio, por lo que nosotros presumimos, abarcaba un sector que podría haber empezado en lo que es hoy la calle 10, desde la esquina que ahora ocupa el Club Demócrata a la de la casa del que fue honorable caballero don Lisímaco Carrillo, casa que en un tiempo se llamó "La Casa de los Potes", porque al borde de su alta y ancha acera había una hilera de potes de esos en que se envasa la manteca, con arbustos sembrados y florecidos siempre, a manera de jardín colgante.
De esta esquina, hacia el norte, por la carrera 9, hasta la Plaza Garbiras, antigua Plaza Unión, llamada en aquel entonces "Plaza de los Burros" porque siempre estaba sirviendo de potrero público a grupos de estos pacientes y útiles animales. Bajando hacia el oeste, por Montecarlo hasta la esquina de Nueva York, en donde había una pila de agua de una solitaria llave que apenas dejaba caer un hilo de agua cristalina para surtir al vecindario. Hoy, al contemplar en algunos barrios caraqueños espectáculos similares, recordamos las largas colas de potes, ollas, barriles, baldes, etc., que esperaban el ansiado y retardado turno para llenar en la pila. Mientras se esperaba, los muchachos se entregaban al juego del trompo, la "concha", las metras, las cometas, etc., según la época. En la esquina del frente estaba la pulpería del viejo Marcos, que Ie dio el nombre al sitio (Nueva York). El viejo Marcos era afable y cariñoso con sus pequeños clientes y en la Nochebuena regalaba botellas de anisado y cohetes a nuestra banda cantarranera.
De la esquina de Nueva York al sur, podría haber rematado el Barrio de Gramalote en la esquina punto de partida: el Club Demócrata, que está en la casa que fue de don Ruperto Prato, hombre curtido en el trabajo, ingeniero por vocación, ejemplar padre de familia y bondadoso vecino. En su amplia casa había una instalación de baños públicos, en donde podía uno bañarse, por el tiempo que quisiera, por la módica suma de medio real. Si se quería algo de lujo, se pagaba un real y Ie daban una sala de baño con espejo, jabón y agua fresca a discreción.
Frente a la casa de don Ruperto y haciendo esquina, estaba la de doña Carmelita de Morantes, cuyos hijos, nuestros queridos amigos de la infancia, adolescencia y madurez, Julio Cesar y Ramón, recordaran con nosotros aquellas corridas de toros, con trajes de luces, banderillas de fuego, "hombre Gordo" y maroma, que hacíamos en el corral de la, casa, la búsqueda de tesoros imaginarios en el solar, las tertulias en la puerta, las excursiones diurnas y nocturnas, las sesiones de espiritismo con Neftalí Rosales y Cesar Lozada, y más tarde con Chiape, aquel tipo colombiano, de carácter afable y comprensivo, que se encerró en una vitrina durante ocho días sin comer ni beber, y a quien don Marcelino Cárdenas, gobernador del distrito, hizo permanecer un día mas encerrado porque la cuenta del tiempo que llevaba la policía no coincidía con la del pobre "fakir". La otra casa que forma esquina con la de don Ruperto, era la que ocupaba la Escuela Municipal de Niñas que regentaba (¿desde cuándo?) doña Regina de Velásquez, esposa de nuestro querido e inolvidable maestro don Ramón Velásquez. En esa escuela de niñas aceptaba doña Regina a un grupo reducido de varones y allí estuvimos nosotros con los hermanos Fossi Villasmil, los Morantes y otros más. Doña Regina, como lo sabe el Tachara y lo reconoce todo el país, fue una maestra de singulares meritos, generosa y enérgica; versada en todas las nobles artes capaces de elevar a una mujer a pIanos de superioridad tanto en el magisterio como en el hogar. Ella, como su esposo, don Ramón, dejo honda huella de simpatía y gratitud en la familia sancristoobalense, y ambos descansan en el Cementerio de Caracas.
Dentro del Barrio de Gramalote se podría haber contado también el Hospital de Caridad, que tenía su entrada por el frente que da a la carrera del Comercio, pero que, al construir el pavimento, hubo necesidad de ponerle la puerta por la carrera 7 o de Carabobo, por el sitio en donde hoy está el Instituto Municipal Superior.
 El hospital estuvo una vez administrado por doña Isolina Rosales, señora esta que había tenido antes una pulpería por La Ermita y como en su negocio estaba acostumbrada a tocar la guitarra, Ie dio por "entretener" a los pobres enfermos con su destemplado instrumento y su chillona voz. El hospital, o mejor, los enfermos, fueron trasladados al Hospital Vargas, construido por don Eustoquio Gómez en la vieja Plaza de San Pedro, e inaugurado por el general Juan Alberto Ramírez en un 19 de diciembre. El viejo Hospital de Caridad, remozado y reconstruido, fue transformado en el Asilo de Ancianos y Mendigos, por el entonces presidente del Concejo Municipal, nuestro admirado y querido amigo el doctor Amenodoro Rangel Lamus. Dicho asilo ha ido ampliando sus servicios y mejorando notablemente hasta el punto de ser uno de los más importantes institutos benéficos del Táchira.
El centro del barrio podría haberlo constituido el Cuartel Peñaloza, en donde a veces acuartelaban tropa de línea o reclutas, cuando había amagos de "bulla"; pero la mayor parte del año estaba destinado el Cuartel Peñaloza a ser el cuidadero de los gallos de don Eustoquio y de Simón Gómez. Después fue garaje y depósito de las Obras Públicas del Estado, y más tarde, el doctor José Abel Montilla, en su carácter de Presidente del Estado, decidió construir alIí y construyó la magnífica y estupenda Escuela de Artes y Oficios, hecha de sillares extraídos de las minas de San Antonio del Táchira.
En la cuadra comprendida entre el Club Demócrata y "Sobre las Olas", estuvo la clínica ", y la casa del doctor Santiago Rodríguez, tipo de lo que ahora han dado en llamar "médico general" para diferenciarlos de los "especialistas". El doctor Rodríguez, buenote, simpático, chispeante, atendía a todos por igual. Si Ie pagaban, bueno, y si no, pues, bueno también. Apenas se limitaba a saludar a sus deudores diciéndoles: "¿Cómo está el amigo de la mala memoria?", y seguía su cuotidiano paseo, con paraguas y el rostro echado hacia un lado. Vive en Caracas, olvidado y pobre, pues el tiene la culpa de haber sido un apóstol y no un negociante.
Bien podríamos mencionar tantas familias y gentes buenas del barrio. Unas, desaparecidas; otras, trasladadas a otros lugares, pero sería muy largo. Los nombres de Rubén González, Antonio Díaz, Pedro Mansilla, doña Carmelita de Arciniegas, el doctor Ernesto Pernía, don Luis Ramírez (a) El Tronco, Gregorio Molina, Ismael Ramírez, Gregorio Guardia y muchísimos mas, acuden a nuestra mente como sombras amables que nos recuerdan tiempos idos, hogares acogedores y gentes vecinas de nuestro hogar que hicieron la vida grata a todos los que tuvimos la dicha, el orgullo y la alegría de nacer y crecer en el Barrio de Gramalote, cuyo nombre desaparecido es evocado por todos los que  llevamos dentro de nuestro corazón. Amado A. Pág. 40/44 (Así era la vida en San Cristóbal)

1 comentario:

  1. LA EXTRAÑA CASA DE LA ERMITA
    En la parte baja de la Ciudad de San Cristóbal, en la Carrera 1 entre Calle 15 y 14, existe una casa muy extraña. Dicen que desde hace mucho tiempo asustan a todo el que pasa por allí en la noche. Sus antiguos dueños se la vendieron a una señora porque allí no tenían tranquilidad: murmullos, pasos, llanto de bebés, gritos, bellas mujeres caminando por la casa… La nueva dueña sabía todo lo que ocurría en la hermosa y extraña casa y se dispuso para afrontar las diversas situaciones. Antes de mudarse mando a bendecirla y remodelar parte por parte. Dicen que al levantar la tierra del jardín para sembrar grama y nuevas plantas, encontraron muchos fetos metidos en bolsas. Llamaron a un sacerdote, que los bautizó y llevó al cementerio. Otra gente arregló el jardín y aparentemente todo estaba normal. Una tarde al oscurecer la dueña de la casa con una amiga fueron a revisar los trabajos y vieron a varios bebés jugando en la grama, al acercarse a ellos, se esfumaron…, ante el asombro de las señoras. Otro día oyeron el llanto de una mujer y más tarde la vieron desesperada caminando por la casa, los vellos se les erizaron y sintieron escalofríos, comentaron una vez pasado el susto: _ Esto no está bien…Siguen pasando cosas extrañas. Acompañadas del maestro de obras, revisaron toda la casa y golpearon con un palo los pisos en toda la casa. En una parte del patio detrás de la casa, en el el centro del solar de tierra, que estaba encementado, sonaba a hueco. Revisaron por todas partes y encontraron una entrada disimulada con grandes losetas, las levantaron y vieron un túnel que daba al sótano. Dieron órdenes a los obreros para que sacaran todo lo que encontraran y poco después depositaban en el patio muchas bolsas, al abrirlas tenían huesos humanos. Espantados los obreros salieron corriendo para no volver más… Dieron cuenta a las autoridades para que investigaran el caso, Identificaron que los huesos correspondían a mujeres jóvenes. Más tarde procedieron a enterrarlos en fosa común en el cementerio municipal. Dicen que allí en esa casa, un supuesto médico sin escrúpulos clandestinamente practicaba abortos. Y muchas mujeres se morían, pero como su familia nada sabía las daban por desaparecidas, ya que en esa época salir embarazada sin estar casada era una ofensa muy grande para la familia y abortar un delito muy grabe. Al médico le ayudaba su hermano Ernesto, un hombre que no sentía temor por nada, era el encargado de hacer desaparecer los fetos y las mujeres, de eso hace mucho tiempo, quedo todo en el olvido… Cuentan que la dueña desesperada dejó abandonada la casa y con el tiempo otra familia la habitó, pero más nunca nadie tuvo paz para vivir en esa casa. Años después un Señor llamado Juan Hernández la compro a un precio regalado y la alquilo para una Escuela y luego a una organización política Acción Democrática en donde funciona como Casa de Partido pero más nunca para vivir. Aparentemente durante el día no sucede nada, pero al llegar la noche se oyen pasos, puertas que se abren y cierran y el susurro de hombres, dicen que son los dos hermanos que vagan por la casa penando por su maldad y por haber dejado enterrado un tesoro.

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