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domingo, 27 de febrero de 2011

A pasos agigantados creció la educación

Hacia los 450 años de la Ciudad | La Biblia fue el primer texto que conocieron los habitantes de San Cristóbal
A pasos agigantados creció la educación
( Laura Sobral – Diario La Nación Edición Digital 27-02-2011 )
Siete horas de encierro "a pan y agua", en una habitación de la misma escuela, y la exposición al escarnio público bajo la medida de expulsión frente a sus compañeros, eran los castigos más comunes que se aplicaban a los niños y niñas cuando se comportaban mal en la escuela. Tan solo reírse, conversar o pasar un "recado", constituían faltas muy graves como para merecer estas sanciones en los planteles de la San Cristóbal de ayer.
La evolución, durante 450 años, en materia educativa, ha sido a pasos agigantados, aunque en sus dos primeros siglos de fundada no era muy común el incentivo a la cultura entre los ciudadanos, y las escuelas eran apenas intentos de transmitir breves normas de urbanidad, vida en sociedad, letras y números, así como religión.
Alrededor de 1.600, ninguno de los adelantos científicos o literarios de Europa llegaba a San Cristóbal. El texto más cercano a los ciudadanos era la Biblia, traída por los sacerdotes agustinos años después de la fundación de la Villa. Las Sagradas Escrituras podían ser conocidas por partes y sin derecho a cuestionar su contenido o a pensar distinto a lo que en el Libro Sagrado se decía; la expulsión por herejía (ofensa a la Iglesia) era común, con una nota de que el estudiante jamás podía ingresar a escuela alguna por no estar apto.
En 1.593 se fundó el Convento de San Agustín en La Villa, considerado por los historiadores como la primera escuela de la ciudad, un precario espacio donde se daba la enseñanza rudimentaria del catecismo, algunos pasajes de la Biblia y nociones de gramática. Para esos primeros días de la Villa, con apenas unos cuantos pobladores, no llegaron libros ni recursos para construir una verdadera escuela y los intentos de hacerlo morían en las numerosas trabas que ponía la corona española, los estudiantes eran sancionados por horas en espacios confinados y con castigos físicos por sus faltas.
Es así como registra J.J. Villamizar Molina en su libro "Instantes del Camino", que los primeros maestros de la Villa de Juan Maldonado fueron los reverendos Padres Agustinos y la primera escuela de San Cristóbal fue exactamente el mismo Convento de Los Agustinos, que se levantaba en el lugar donde hoy día la avenida Francisco Javier García de Hevia es cortada por la calle 4.
El convento era una sencilla casa con paredes de tapia, "tierra pisada” y techo de teja. Al lado del convento estaba la iglesia, que servía de escuela, donde tenían acceso tanto los españoles como los nativos.
Pasaron más de cien años sin que el ámbito educativo primario diera pasos importantes en San Cristóbal, que pasó de una población indígena sumida en la ignorancia, a una comuna colonizada, pero las condiciones de pobreza en que vivían los pocos residentes de la recién fundada villa impedían que los conocimientos fueran su prioridad, de tal manera que los niños se dedicaban a las labores de la tierra desde tempranas edades.
Durante más de 150 años, en medio de estructuras de tierra pisada y bajo la más estricta mirada del “Preceptor”, los pequeños asistían diariamente y sin ningún instrumento básico para aprender lo fundamental en matemáticas, gramática y urbanidad. La pedagogía y los derechos del niño eran asuntos totalmente desconocidos a finales del siglo XVIII, la humillación y el maltrato físico y verbal eran los patrones de corrección ejercidos por los maestros de este tiempo.
Progresivamente se incorporaron elementos para que aquellos niños y niñas sin normas de vida en sociedad, aprendieran cómo saludar, qué hacer al encontrar en la calle a alguien de respeto, cómo ir y entrar a la iglesia, cómo recibir y hacer visitas, qué hacer si estando con una persona de respeto llega otra, y otros asuntos relativos al comportamiento, eran principios fundamentales en la educación de los primeros siglos de la ciudad, otras áreas eran apenas revisadas en las clases, ofrecidas por personas con conocimientos mínimos en manejo de cuentas y letras.
Según cuenta el cronista J.J. Villamizar Molina en sus obras, para 1.840: “San Cristóbal es una población llena de pobreza, con pequeñas excepciones. La pobreza se refleja especialmente en las áreas culturales y pedagógicas, en esta época, solamente de la Nueva Granada llegan hombres prominentes que tratan de elevar el nivel sociocultural de la Villa. De allí ha llegado Don Domingo Guzmán Escandón, y el Preceptor de la Escuela de primeras letras de Niños, que es el señor Zenón Solano. Si en algún área se constata la miseria de San Cristóbal es en lo pedagógico. La Escuela de Niños es miserable. Los niños casi no concurren a ella por la gran pobreza que les asiste y por la desidia de los padres que se muestran renuentes a enviarlos”.
Según los registros de J.J. Villamizar Molina, el mayor número de niños no asistía a la escuela, pues los padres se mostraban renuentes a que "perdieran el tiempo de esa manera", y la mencionada Escuela de Niños, fundada a principios del siglo XVIII, era apenas un sitio de condiciones deplorables adonde acudían unos 33 alumnos, aunque los matriculados eran muchos más, se desconoce cuantos, solo se sabe que no acudían a sus clases.
Ya en 1.840 existía el Colegio de primeras letras para varones y otro para hembras, ambos carentes de libros, en estado decadente y con muy pocos Preceptores, como se les conocía a los educadores de la época, personas muy estrictas dispuestas a las más fuertes sanciones contra los estudiantes por faltas mínimas; la matrícula de asistentes en cada una rondaba los 40 alumnos y los cursos que recibían era de lectura, escritura, aritmética, geografía e historia.
Para 1.846, los alumnos eran sometidos a una estricta evaluación para constatar qué habían aprendido durante su tiempo en la escuela, es así como se elaboraban Actas de Examen, registradas en la Villa de San Cristóbal, como el caso de la prueba efectuada el 15 de diciembre de 1.846, ante el Concejo Municipal de la época, donde nuevamente se sometía a los estudiantes al escarnio público.
A finales de mayo de 1.870 aparece la primera Escuela Normal de Maestros en San Cristóbal, como consecuencia de que el presidente Guzmán Blanco dictara, el 27 de junio de ese año, el decreto de Instrucción Obligatoria en que estipula que “todos los asociados tienen derecho a participar de los beneficios de la instrucción, que la instrucción es necesaria en la República para asegurar el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes ciudadanos, la instrucción debe ser universal en atención a que es la base de todo conocimiento ulterior y de toda perfección moral y por la Constitución Federal el Poder Público debía establecer gratuitamente la Educación Primaria".
En 1.876 había abierto sus puertas el Colegio Cárdenas, bajo la dirección del doctor Asisclo Bustamante; y para septiembre de 1.887 ya existían los maestros para la enseñanza primaria formados en esta escuela, con conocimientos en aritmética, geografía, historia, letras, urbanidad, y otros temas básicos.
El registro de la primera beca estudiantil se da en esa misma época, ya que las autoridades se encontraban preocupadas por la poca cantidad de alumnos que acudían a la Escuela Normal, es así como se solicita al Concejo Municipal que escoja a dos muchachos pobres y los envíe a la Escuela Normal costeando su sostenimiento con las Rentas Municipales, y los jóvenes deben contraer el compromiso de servir por el término de tres años a la escuela para la que sean designados por la Junta Superior de Instrucción con su respectivo sueldo. El gasto a la municipalidad no pasaba de 200 bolívares.
También para 1.877 existió en San Cristóbal un colegio de varones llamado Colegio Táchira, el cual fue fundado por Teodosio Sánchez, donde se comenzaron a ver los avances en esta área, con casas en mejores condiciones, con salones divididos por las capacidades y los avances de los alumnos, y con más de 10 maestros.
Rápida evolución
Ya para 1.900 existían siete escuelas y seis colegios en San Cristóbal, las primeras públicas financiadas por el estado, y los segundos donde los padres cancelaban una matrícula de bajo costo por la enseñanza.
Las escuelas se encontraban distribuidas así: Tres en el casco central de San Cristóbal, una en Pueblo Nuevo, una en La Concordia, una en La Ermita, una en La Machirí; además de los colegios Sagrado Corazón de Jesús, Escuela de Niñas Nro. 1.136 a cargo de Emelina Osorio; la Escuela de Niños Nro. 135 de las Señoritas Castro; el Colegio Nacional de Niños; la Escuela Anexa Nro. 1.169 y el Colegio Nacional de Niñas.
Durante 1.900 la evolución comenzó a darse de forma más acelerada, grandes estructuras comenzaron a levantarse en las principales calles de la ciudad, edificios de más de 50 aulas, como el liceo Simón Bolívar, el Pedro María Morantes y el Ramón J. Velásquez, llegaron para albergar cantidades de estudiantes que superaban los 300 por institución.

El liceo Simón Bolívar es creado por el gobierno nacional en junio de 1.916, en palabras de José Abel Montilla: “el liceo Simón Bolívar es el sucesor en el campo educacional del viejo Colegio Nacional de Varones, y ha representado alto patrocinio en la enseñanza en el Táchira. Varios núcleos de jóvenes de diversas partes del país, han cursado allí aprovechados estudios bajo la dirección de valiosos profesores imbuidos en los adelantos de la labor educacional. Allí se ha recogido la palabra sapiente de Antonio Rómulo Costa, su director; y es perdurable por su elevación, la huella que dejó Carlos Rangel Lamus, hombre de gran talento y de fanático empeño como educador”.
Es así como la San Cristóbal de hoy, se erige como una de las más completas en materia educativa, al menos 124 escuelas nacionales, 35 estadales y 8 municipales cubren la matrícula de 62.851 mil estudiantes de las diversas etapas, incluyendo institutos especializados para personas con discapacidades y formación para el trabajo; sin rastros de aquellos castigos, la Ley de protección al niño, niña y adolescente, y con un descenso notable en la exigencia, los alumnos de hoy presentan pruebas en cada materia para aprobar y avanzar de año, nada parecido a los sometimientos durante horas a sanciones penosas y de represión física y psicológica.

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